Cuando niño jugaba a que tenía el don de la invisibilidad, y lo creía cierto como tal hasta donde mi imaginación me lo permitía. En la noche, mientras en mi mundo infantil me sumergía, logaba cerrar profusamente los ojos, cubrirme con cualquier sabana con presuntas características mágicas y permanecía inmóvil para pasar inadvertido ante los ojos de mis padres y de mi hermana, sentía un placer sencillo al ocultarme del mundo y sentirme liberado de los grilletes inmateriales que resultaban ser las miradas ajenas. Ser libre para mí ha estado relacionado a una sensación de invisibilidad, o lo que pudiera sonar más lógico y para explicarme mejor: no ser visto. Asumía, entre risas o enojos, que la duración del efecto de aquél manto especial con que cubría mi físico no era eterno, y que como prueba de ello se encontraba el hecho de que siempre conseguían verme, y mi invisibilidad se iba al caño. Fue por aquélla época en la que comencé a desear tres deseos: poder volar (que sólo ocurría dentro de mi mente), ser inmortal (que no es lo mismo que ser eterno) y por último, ser invisible. Lograba establecer con ellos tres mi concepto utópico de la libertad, con los que rompería mi atadura a caer, a morir y a ser encontrado.
Pero crecí, y me convenzo cada día que la vida sí los cumplió pero a su caprichosa manera, pues nunca reparé, cuando pequeño, en establecer claramente el alcance de mis peticiones y la misma vida se tomó la atribución de condicionar cada deseo. "¿quieres volar? – imagino debió decirme la vida en algún momento (y que yo no escuché) – salta cuan alto puedas; ¿quieres ser inmortal?, cada día vivirás una vida por sí sola, y tu capacidad temporal de inmortalizarte la notarás al despertar cada mañana hasta que se te oxide tu don y debas morir, también serás inmortalizados a través de la sangre de tu descendencia (si llegases a procrear), y mientras más cosas compartas de ti a los demás, y ellos a los hijos de sus hijos hasta que el olvido te extermine; ¿quieres ser invisible? ¡concedido!, las mujeres que te deberán amar y que deberás amar en la vida, jamás podrán encontrarte" ahora detesto ser invisible.
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