viernes, 7 de enero de 2011

60 Regalos que ni los Reyes Magos te traerán esta temporada

1. La lista de los regalos imposibles, 2010
2. Parrillera de silicona
3. Bombona de acetona
4. Binocular en Braille
5. Jenga de cristal
6. Juego de UNO para daltónicos
7. Cotufas gigantes, una por bolsa
8. Un carpeta porta-LP
9. Una mano de cambur zurda
10. Un desodorante con esencia de Chipi-chipi
11. Parto por Bluetototh
12. Una merengada de burundanga
13. Una toalla femenina de arroz, para hacer morcilla reciclada
14. Una oblea de yuca amarga
15. Monedas en forma de bolitas para que la gente se preocupe en no
perder el dinero
16. Prostíbulos con servicio por abono
17. Un Metro de arena, para viajar por las playas
18. Yesquero de plasma
19. Empanada de ajedrez (como la arepa de dominó)
20. Volcán de granizado
21. Sándwich de goma para contorsionista
22. Una llave de media luna para mecánicos islámicos
23. Trío de zapatos para inconformes
24. Un triqui traqui submarino
25. Una chancleta con punta de hierro para la madre sádica de hoy
26. Trenzas inalámbricas
27. Caballo con escaleras mecánicas
28. Parto por bluetooth
29. Cachetero para mejillas
30. Laptop con doble teclado y sin pantalla
31. Una caja para meter dedos: un dedal, pues
32. Hilo de papel constitucional, ideal para la ropa de los políticos fascistas
33. Ventilador con machetes que sirve de sacapuntas
34. El mondadientes láser
35. Una docena de patillas
36. Un columpio de vidrio picado para niños faquires
37. Hielo frito
38. Helado de mentol chino
39. Paracaídas de lona para suicidas y bromistas pesados
40. Destornillador de punta lisa para técnicos echa-carros
41. Un UPS a kerosene
42. Parrillada con cauchos, para los estudiantes universitarios que
protestan los domingos
43. Alcabala con punto de pago de tarjetas de crédito y de débito
44. Billetes de hierro forjado para que a los choros les pese salir corriendo
45. Velerismo en quebrada
46. Almohada con corneta de gandola como despetador extremo
47. Soplete cortaúñas
48. Salsa Alemana: el nuevo disco tropical de Rammstein
49. Perro Hidráulico: para sacar al gato que se pone difícil
50. Sombrero con Bombillo para saber cuando la gente tiene una idea
51. Psiquiatras para Bolas para los que son locas de bola
52. Sala para funeral en Chat
53. Carnet para choros
54. Camisetas de beisbol en números binarios para los matemáticos
55. Máquina de cotufas con C4
56. Pelucas con imán para los que quedaron calvos por la placa de
metal en el cráneo
57. Un televisor en Braille
58. Un Pendrive con creolina para desinfectar la computadora
59. Alternativas en español de servicios de correo electrónicos: Yajú,
yimeil, jotmeil y otros.
60. Tenis en campo de fútbol y con metras

jueves, 6 de enero de 2011

Onanista (de mi colección "Tristeza eréctil")

Las falsas llanuras son interrumpidas por suspiros sordos de medianoche, mientras que los rojos recuerdos se impregnan de la saliva que escapa de mi boca temblorosa, mientras que la misma vibración le indica el camino descendente a seguir, y mientras cautivo mi noche con tus caderas imaginarias revoloteando sobre el mutismo incierto de las doce campanadas invisibles. Cautivante, preciso, sólido, caliente. Mareo, o intento hacerlo, al flagelo indudable de mi masculinidad, lo fulmino a embestidas, y éste en lugar de amilanarse, consigue fortalecerse debajo del cielo de algodón con que lo cubro, y es arrastrado a cuanto lugar sea posible debajo de él, consiguiendo que la misma asta roce con las hebras mismas de aquél firmamento de tela natural. Su roce puede preciarse como dolor, pero no lo es. La fricción pica por dentro, como si hormigas transparentes me lamieran la vejiga. En mi mente, se impregna las memorias tuyas, diosa inolvidable. Por más que pasan los días, no desapareces. Para ti, mujer, en lugar de flores y claveles, son miles de jadeos, que a modo de rendición de culto, recibes. Y sustentar tu imagen depende de, precisamente, repetir, con impulso casi obsesivo, el amague de los que, en la soledad, precisan sólo una mano para hacerse acompañados de quien desean. Soy uno de ellos, como todos alguna vez lo son, pero lo soy ahora. Me fisgoneo, me sumerjo y me tanteo, me proveo de lo que tú no puedes hacer por mí en este momento. Debajo, la tierra blanda que se fabricara desde tiempos remotos para atajar el cuerpo al soñar, ahora presume en respaldar sólo mi humanidad en, según muchos, insana labor. Peco, gozo, deseo. Me place serme sincero, y ser sincero contigo, con la misma cuyo fantasma trapaza a trote sensual mi obelisco cárnico y sanguinolento. La que dentro de mi mente me ama. La que supone con sus labios vaginales los dedos de la realidad nocturna. La que reencarna en la brisa y sopla mis poros descubiertos. La que recibe mis arremetidas onanistas. La citada recibidora de mi versión de amor, de mi praxis solitaria, de mi carne que se estremece, del cuero que se templa y tiembla, de la piel que se abre, del alma que se me escapa como si un cuajo lácteo fuera, para llenar las laderas infinitas, que con las sábanas hice en mi soledad para que cabalgaras en ellas.

Caverna (Colección Tristeza Eréctil / Mi autoría)

Crece mi asta sanguilomenta y petrea
al ritmo de tus fauses tiritantes
Su marea interna se agita
tu lengua la perturba
Entonces es mi falo el ariete
que derrumba tu portal de hermosos dientes
Y entra, navega y se tiempla
Circula y fluctua, adentro y afuera
Sorbes con tus aires ventrales
aspirando mi alma de hombre
mojando mi poste de carne
Es tu boca una selecta caverna
viva y caliente, movil y suculenta
con aguas hirvientes y con una residente inquieta
Arpiras mi vida entre mis piernas
remueves las hormigas que mi vientre asedian
rompes el aliento que un día existiera
Los minutos se extienden y el placer incrementa
Mis manos te buscan y no te encuentran
Tus labios aun juegan con mi totem de venas
como dos danzarinas sobre una barra grotesca
Y cuando la friccion cautiva la savia interna
mi acuosa materia escapa como dura niebla
para mojar tu cuerpo de glorioso néctar

Dejemos

Dejemos que los dedos sean nuestros ojos, que hilvanen las palabras, estrellas dantescas, voces divinas, que sobre el papel descansen hasta que tus labios las lean.

Dejemos que sean nuestras manos quienes dancen juntas, dejemos que exploren senderos cárnicos y recorran, deslizándose, la humedad que supone la piel en celo.

Dejemos que sean nuestros ojos los faroles del destino, que lleven nuestra alma fuera y pueda volar sin tantear falsas rutas y llegar sin fallo al ser amado.

Dejemos que sea nuestra piel la que muerda el calor y se alimente de él, dejemos que juegue a cocinar los vientres y regar de placer hasta donde las sombras mueren.

Dejemos que sea el pasado quien hable, que nos calle, que nos duerma las penas y despierte las pasiones. Dejemos que sea el pasado el mástil de tu nao.

Dejemos que sean estas estrellas mojadas, estas aguas celestes, dejemos que sean las sábanas, dejemos que sea nuestro cariño, los que guíen nuestro presente, por siempre.

--
Yeiko

Tu Nombre

Es la figura que dibujo cada noche
cuando uno con líneas las estrellas,

es el nombre que el sol tiene cada mañana,

es lo que mi boca musita
cuando me escucha mi almohada,

es una letanía constante,

es un poema en sí,

son las letras de mi glosario,

cada sílaba: un latido mío,

es lo que quiero tatuarme en la boca
para no sacarte de mis labios,

es un pasadizo a tu voz,

es el sonido de nuestros encuentros,

es el nombre que me grita el silecio,

es la palabra que siempre pronuncio
justo después de suspirar

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Aún estaban ahí

Mutilé mi sueño con café cuando aún la noche se llamaba ayer, y acerqué el borde plateado de mi taza de campaña a mi boca muda y palpitante, cuyos labios se entreabrían queriendo surtirse, más que de aquella infusión vasodilatadora, de una tranquilidad que, hasta justo ahora, no sabía que no llegaría.
La calle nocturna, el pensamiento distante, las aceras grumosas, las luces enceguecidas, los árboles de negras hojas, y las personas pintadas en el papel tapiz del contexto infinito como estrellas opacas que pasan, distantes y desorientadas, sin ser advertidas.
Mi noche me atajó entre risas y besos tenues, entre mordiscos deliciosos de una cena compartida, de relatos del día a día, de pensamientos hechos palabras en el oído ajeno, y un sin fin de voces mutuas que acariciaban el ego y la dulce vanidad de saberse acompañado. Todo lucía perfecto justo cuando el sol se apaga debajo de la tierra y el azul se endurece y congela hasta degradarse al negro más intenso. Acompañada, despedida, y asegurada; mi chica se despide con un te quiero tan largo como su propio amor, y yo me alejo convencido de que la neonata noche aguardaba para mi sólo bienaventuranzas. Nada más falso.
Pero las horas me han atrapado ahora, me tienen contra la pared, me aíslan en este dormitorio que he decidido usar como mi refugio, que desnudo habito para no asarme vivo del intenso calor de la soledad, cuyas paredes atajan mis suspiros sordos y escucha el musitar de mis lamentos, y mis manos acarician el teclado como si se tratara de lágrimas ilusorias que resbalaran en el lado más endeble de mi carácter, todo por querer hablar con alguien, o algo, aunque sus oídos solo sean hojas de papel informático.
Sus puñales me pusieron en desventaja salvaje, sus avaricias me despojaban de mis valores materiales, sus jalones en la penumbra solitaria me colocaron indefenso ante las envestidas verbales y ante la agresión inusitada de sus cromados filos, tan cerca que sentí incluso como una de sus lenguas de metal lamía hambrientamente mis costillas. Mi cuerpo tembló por no querer alojar dentro de sí esa asta maldita, mi carne es apenas algodón frente a la tentativa de esas armas, y mi cobardía es aún más intensa que mis ganas de cerrar los ojos, volver abrirlos y descubrir, parafraseando a Monterroso, que los atracadores aún estaban ahí.