sábado, 26 de febrero de 2011

Pornobot y Tecnoginger

De acuerdo a un criterio muy personal, considero el arte como la expresión cultural del idealismo (bueno o malo) del hombre. Lo que construye un artesano, estuvo antes en su mente, y toda expresión artística nace de esta manera. El arte representa lo que pensamos, lo que sentimos, lo que odiamos y lo que amamos. ¿Cursi?, no te sonará así cuando te diga que la industria pornográfica también representa el ideal de un lado tan humano del hombre (valga la redundancia) como lo fuera el hambre, el sueño, el poder o todos los etcéteras del mundo. La pornografía simboliza cómo queremos que sean nuestros cuerpos y el de nuestras parejas. En conclusión, el arte es cultura, la pornografía es cultura, la pornografía es arte.
Pornobot se trataba de un robot del siglo veintipico que complacía sexualmente a Tecnoginger, una semiandroide femenina que siempre, empleando un juego de palabras calientes y metáforas picantes, rogaba para que este robot le diera su merecido. Eran los personajes de la radioserie llamada como el título de este artículo, y lo transmitían el famoso programa El Show de la Gente Bella a través de la emisora 92.9 F.M.
¿Por qué hago alusión a estos personajes? Pues, más que el nombre de uno de los personajes tienen parte del vocablo pornografía, precisamente porque se trató de una consecuencia muy ligera de la pornografía (esta vez, escuchada), en la que habría que ser un descerebrado para no saber qué quería decir Tecnoginger cuando le decía a Pornobot, mientras gemía, cosas como "oh, Pornobot Chichero, estoy lista, báñame con tu chicha rica y espesa" a lo que este le contestaba con una voz robótica "aquí tienes, bitch, tu ración de mi chicha con canela, trágatela, perra". Eso, por más basura, era arte, y era pornografía (aunque sólo se escuchara).
Ahora bien, esta vez, tratando de sintetizar lo que quiero decir en relación al fabuloso tema central de esta publicación, dividiré el artículo en tres partes, enunciadas con sus respectivo subtítulos (no iguales, valga acotar), en las que expongo algunas concepciones pertinentes, pero todas reunidas bajo un solo título
Sade, el profeta
El marqués de Sade liberó las letras de las cadenas conservadoras, religiosas y puritanas, pulverizó cada eslabón y grillete de un medio cuyo único fin sería diseminar un mensaje que dejaría al descubierto la naturaleza animal a la que innegable pertenecemos: la naturaleza sexual. Sus relatos, frutos de fantasías hedonistas y onanistas, están basados en las más húmedas y extremas aventuras carnales imaginadas. Sade no era ningún loco de carretera, Donatien Alphonse François tuvo por hogar una opulenta y aristocrática casa de familia, siendo así, pudiéramos llegar a pensar, ¿cómo pudo un ciudadano tan noble haberse convertido en el precursor de la pornografía del siglo XVII? Muchos dicen que quedó frito después de participar en la célebre Guerra de los Siete Años, también se piensa que su característica personalidad se reveló por entero cuando azotó y vertió cera derretida sobre las heridas provocadas por él mismo a una ramera parisina, o en la ocasión en los que fue acusado de envenenar a un grupo de cortesanas con un elixir que él juraba se trataba de un afrodisíaco, o quizás cuando fue detenido finalmente por las denuncias de su suegra por presuntas actividades orgiásticas con menores de edad, organizadas en la humilde morada de este distinguido personaje. Pero más que sólo mencionar su síntesis biográfica, déjenme explicarles por qué considero al pana Sade un profeta: por la sencilla razón de que, cuerdo o no, vaticinó cuánto era posible que se hiciera sobre el sexo en el futuro al atreverse a relatar sobre gente tirando, y las distintas aberraciones que de este acto son posibles: sadomasoquismo, necrofilia, homosexualidad, promiscuidad, sadismo (término que el psicólogo austriaco Kraft-Ebing acuñó usando el seudónimo del famoso marqués), libertinaje sexual, orgías, violaciones, onanismo, y demás fantasías que hasta cualquier persona, hasta el más zanahoria, en algún momento podría tener.
Sade liberó el género pornográfico, a través de la expresión literaria (que es uno de las siete artes conocidas en la actualidad), dejando un legado de libros carne con papa como "Los 120 días de Sodoma", "Diálogos entre un sacerdote y un moribundo", así como "Justine" y "Julliette", sus obras más conocidas (todas escritas durante su estadía en el sanatorio). Con lo anterior no quiero afirmar que el mundo porno lo haya iniciado él, pero sí que lo haya hecho popular.
Mamá Porno y Papá erotismo
Existe un debate abierto sobre el erotismo (de Eros, dios griego del amor), y la pornografía (del griego porne, prostituta, y grafein, escribir), pero a mi parecer, encontrar la línea que separa ambas es imposible. Algunos hablan de que la última es explícita, mientras que el erotismo es más sugerente o simbólico. También la diferencia parecer existir en el hecho de que la imagen de la mujer en el mundo porno es pisoteada, en tanto que en el erotismo, el placer es compartido. Todo es subjetivo, y tal subjetividad me indica que ambas cosas son lo mismo, pero visto desde distintas perspectivas. Ambas tienen un objetivo en común: producir excitación sexual. O como diría un filósofo de calle (con el perdón que las damas merecen), es la misma paja, pero con la otra mano.
La pornografía artística
¿En las siete artes existe pornografía?, te preguntarás, yo sí así lo considero, sino fíjate en estos ejemplos literatura: Delta de Venus de Anaïs Nin (cuya versión cinematográfica fue dirigida por Zalman King en 1995); música: la pieza orquestal Bolero, de Ravel, considerado como una descripción exacta del ritmo del coito, desde el nivel más bajo de la excitación hasta el clímax; danza: que van desde los sex shows y los famosos stripteases, pintura: los diversas ilustraciones hindúes en torno a las posiciones del descritas en Kama Sutra, y las telas japonesas basadas en el coito con geishas; escultura: las distintas tallas y vasijas que exhiben la concepción de la actividad sexual, tales las tallas celtas, los jarrones griegos y algunas esculturas precolombinas, y arquitectura, las escenas eróticas del templo Lakamana, en India. Van seis, ¿falta un arte, cierto?, bueno, de ese no hablaré, porqué con respecto al cine, sé que como yo, eres buen conocedor.

Fuentes: Diccionario Visual del Sexo, Círculo de Lectores (1980), El Libro de la Sexualidad, Círculo de Lectores (1983), y Microsoft® Encarta® 2006 [DVD]. Microsoft Corporation, (2005).


Esto no iba pa'l artículo
Valiéndome de mi principio de que el arte representa el ideal humano, les comentaré que existe una actriz porno que representa lo que espero de una mujer, no como esposa, sino como la co-protagonista de una aventura perfecta. Su nombre: Tiffany Hopkins, una francesita de un metro sesenta que se ha convertido en mi favorita en aquellos momentos de onanismo varonil. He acá una pequeña foto de esta sinvergüenza.










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