Quizás te haya pasado que llegas a un sitio por primera vez en tu vida y sientes que ya estuviste allí anteriormente, o que tal vez llegues a conocer una persona que juras y perjuras que las haz visto en otro momento de tu vida, cuando sabes bien que no es así. Esa sensación inusual y misteriosa recibe el nombre de déjá vu y de acuerdo con estudiosos de la materia, es un fenómeno de causa aún desconocida por la ciencia que nos hace creer que el estímulo nuevo que percibimos en un presente cualquiera, ya lo hemos experimentado inexplicablemente en el pasado. Muchos aseguran que tan increíble experiencia mental está asociada con viajes astrales y demás series de eventos extrasensoriales, cuya naturaleza generadora la parapsicología espiritualista (así como toda ciencia o filosofía) tampoco puede explicar del todo. Tal vez, nunca se forje un estudio serio sobre el déjà vu colectivo que sufrimos los venezolanos noveleros (aunque no es especialmente mi caso particular) cada vez que encendemos nuestra pantalla a color de rayos catódicos a las nueve de la noche, y damos un vistazo a un montón de situaciones que se cree fueron espectadas en una ocasión, y que en lo personal no quiero volver a ver.
Por eso pongo en lo sucesivo una enumeración de las 10 situaciones que ya no quiero volver a ver en una novela venezolana (cuando vuelva a ver una, claro), por respeto a nuestro derecho como televidente de ver algo original al fin:
- La mosquita muerta. Ya basta de los papeles en la que la protagonista de sea una pendeja, crédula, enamorada sola, galla, mártir de todo lo que les dé la gana los malos de la trama de hacerle, miserable, huérfana o sin padre conocido.
- La versión humana del Coyote. Así como el poco afortunado canino que nos deleitó la infancia durante los Alegre Despertar y que nunca agarró al nunca menos célebre Correcaminos, igualmente la protagonista de la novela venezolana pasa por las 10 plagas del Egipto televisivo criollo que a sólo una chorrera de escritores nativos tienen la creatividad de re-escribir. La pobre mujer la atropellan, la violan, le pegan, se cala cuanto la mala, la familia y los panas de ésta última sean capaz de hacerle: la hacen rodar por la escalera, la meten presa, sale preñada dos veces antes de terminarse la novela, queda ciega, le secuestran a un hijo (o a los dos), los pierde en tribunales, se reecuentra con su hijo años después, queda paralítica, queda loca o le matan a la mamá.
- El príncipe azul. El príncipe azul no tiene capa, pero sí una dentadura Colgate, más dinero que el cipote, es deportista o empresario, es más buena gente que un candidato en campaña electoral, y nunca es miope, calvo, bajito, bruto, mocho, rechoncho o negro. Este protagonista también es pendejo, está enamorado de la gafa de la novela, y tiene detrás un montón de mujeres despampanantes a las que ni las huele, pero a las que sí les cree cuando lo engañan diciéndole que la que es la perra de la vaina es la protagonista, y no ellas.
- La bruja del 71. Son el tipo de brujas que en realidad no lo son, y también aplica a las mujeres que no lo parecen, pero sí lo son. La mala de la novela venezolana, no tiene más ideas que asociarse con un tonto que le ayuda a conseguir al príncipe azul, aún a sabiendas de que es a él a quien le gusta. Esta despiadada mujer está mil veces más buena (perdón por las damas, pero no hallo apelativo más propicio) que la buena de la cuestión. Y su plan maléfico inédito se concentra en: hacerle pasar ridículo en una fiesta, piscina o reunión social; hacerse las veces de su amiga y emborrachar al pendejo para que se acueste con ella y no con la protagonista, atropellarla, fingir un embarazo para casarse con el pendejo, quebrar su negocio, sembrarle droga, empujarla por la escalera o mandar a matar a alguien para que la culpen a ella.
- El bufón. Siempre hay alguien que es el payaso de la novela, aquél actor por el que pierdo el respeto capítulo a capítulo. Éste pana es tartamudo, homosexual, amanerado, poco atractivo por naturaleza y es amigo de la protagonista. Siempre pelea cómicamente con alguien de la trama y es amigo de un chamito, con quien hasta juega metras. Típico.
- El pañito de lágrimas. María Juliana llora desconsolada al enterarse que Jorge Armando se casará con Carmen Verónica, la mala de la vaina. Entonces recurre a Tuqueque (porque rara vez tiene nombre propio humano) su mejor amigo, quien está enamorado solo de la pobre María Juliana y a pesar del queso, se lo dice una vez en toda la vida, y es aplacado con un feroz "tuqueque, yo te quiero como un hermano", y éste se la cala y se le quita la vaina.
- La herencia. Realmente el príncipe azul no es el norte de los malos, son sus reales o el dinero que obtendrá sí existe forma de ligársele y obtener la fortuna de un patriarca o matriarca que lo tiene por consentido.
- Un policía Droopy. Siempre meten en esos peos a un policía que asombrosamente se aparece en la vida de los protagonistas y no sale de la casa de la tonta o de la mansión del macho del culebrón. Se aparece cuando todos comen, están en la piscina, en el jardín, en la heladería, en todos lados, incluso cuando hablan en la sala. Amenaza con atrapar a un matón que meten en las novelas como para alargar la trama.
- El desayuno típico. en el mundo novelesco criollo no existen arepas ni menos en platos plásticos, café en tazas de vidrio transparente con relieves laterales, jarras de plástico, ni otro latoso jugo distinto al de naranja, el mismo que se sirve en un vaso que nunca se vacía. Todos comen sentados en un solo lado de la mesa, nunca se terminan la comida y están arreglados como para salir: los hombres con camisa planchada y las mujeres con collares y maquilladas. Sea así que las novelas son el único lugar de la cultura humana donde las mujeres duermen pintadas y se despiertan peinadas y perfectamente arropadas.
- Defectos especiales. Cuando hay una persecución, los carros dan un vuelco sobre sí mismo o cae a un precipicio y explotan, así caigan de cabeza y con el tanque full (cosa que en la vida real rara vez sucede). La gente se lanza de los edificios y queda igualita. Las puertas son derribadas con una sola patada. Los carros estallan cuando les disparan. A la gente le disparan en el estómago y mueren instantáneamente. La sangre siempre es aguada, roja clara y mancha la cara (así sea un corte en el tobillo). Los cerrojos ceden con un balazo. Quien salta por una ventana con vidrios jamás se corta y cuando alguien recibe un botellazo jamás sangra, mientras que la botella se quiebra en las cabezas de acero de las víctimas.
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