Es la quinta navidad de Gabrielito. Hace más de una semana, y con ayuda de su papá, había terminado su carta para el Niño Jesús. Sus peticiones eran las más convencionales: una bici y la figura de acción del momento. Esa misma noche, muy temprano, Gabrielito estaba bañadito, con su ropita nueva y sus zapatos deportivos con lucecitas en el talón, todo ello con ayuda de su mamá. Su corazón palpitaba con emoción mientras más avanzaban los minitos. Lo sentía casi estallar. Su papá saca de su maletín una caja de luces de bengala y un yesquero.
Toma, Gabrielito, ten cuidado. Estás pendiente para venir a comer
¿Dónde está Gabriel?
Allá está, agárralo.
Ay, papito, no llores.
Móntalo en el carro.
¿Dónde están las llaves?
Busca un trapo mojado.
No sé, no sé. Con agua.
Ya, ya, papito, ya vamos al doctor.
Deja eso así y termina de montarte.
Enciende el carro.
Agarra por la autopista, es más rápido.
Ahí está, donde dice emergencia.
Toma, Gabrielito, ten cuidado. Estás pendiente para venir a comer
¿Dónde está Gabriel?
Allá está, agárralo.
Ay, papito, no llores.
Móntalo en el carro.
¿Dónde están las llaves?
Busca un trapo mojado.
No sé, no sé. Con agua.
Ya, ya, papito, ya vamos al doctor.
Deja eso así y termina de montarte.
Enciende el carro.
Agarra por la autopista, es más rápido.
Ahí está, donde dice emergencia.
Yeiko
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