sábado, 27 de noviembre de 2010

La Flor

Anoche, entre mi tristeza, decidí enterrar tus fotos. Planifiqué, en primer lugar, cómo hacerlo, de qué manera resolver reunirlas en un solo lugar sacándolas de donde las tenía escondidas durante tanto tiempo, tanto que no recuerdo la primera que escondí.
Aquélla que nunca nos tomamos fue la primera que vino a mí. Aparecías en ella tan cerca de mí que difícil me resultó sugerir algún límite entre tú y yo. Nos unía algo más allá del papel fabuloso en las que imprimí esos recuerdos, lucíamos tan contentos que no tuve valor para pensar o sentir el odio que ayer me invadió a tempranas horas de la noche.
Al tenerlas, las desintegré con la furia con que los dedos hacen rugir la fibra de papel. Volaron, aunque no por mucho tiempo, tus ojos rotos y tus partes desmembradas antes de que la gravedad la atrajera hasta el suelo donde luego una escoba terminó por hacer una montaña con mediocres colores de mis recuerdos juntos a ti.
Reí, entre loco y alegre, al menos eso me pareció, mientras mis pies descalzos presionaban tus decenas de bocas sueltas sobre el suelo, acercando las migajas de tu cuerpo unas a otras para después verterlas en la bolsa de basura que siempre, menos ayer, dudé crear para echarte a ti y a tus clones temporales.
Pero hoy, por desgracia, al despertar, noté cómo, una vez sepultada tu humanidad pictórica bajo la negra carne del planeta, después de que piedra sobre piedra fabricara el techo de tu tumba al ras del suelo, y luego de que me orinara sobre la capa oscura con que logré apartarte por siempre de mi vista con la misma aversión con que un jardinero envenena con gasolina sus gardenias, una flor, tan hermosa y maldita como tú, había nacido.

martes, 23 de noviembre de 2010

¿Quién es el último? Ó, Teoría breve de la cola



La cola, per sé, se trata de una formación física numeral o nominal que separa a varios elementos parecidos o disímiles, cuyo propósito es, finalmente, uno idéntico. La cola perturba hasta la psiquis más sana, se trata de un invento endemoniado que nos hace ver la espalda del vecino por horas, nos priva de libertad y echa a la basura nuestro derecho al libre tránsito y albedrío. Qué fino sería que cada quien llegara a un sitio y no tuviera jamás que hacer una de estas manifestaciones culturales conductista.
Y mientras sigo atacando la cola desde el punto de vista más negativo y crítico, permítanme hacer una breve clasificación, de lo como a mí respecta, se agrupan las colas (¿y ya ven?, otra cola de colas)
1.- Por su longitud. Hay colas que son pequeñas, las más menudas apenas abarca un elemento detrás de otro, pero puede ser una experiencia traumática si quien nos precede se instala por dos horas a hacer un trámite bancario, por ejemplo. Otras, son sencillamente kilométricas, literalmente, son miles de metros ocupados por objetos y sujetos aguardando por un premio anhelado por el común, a veces, aunque sea breve la acción que cada elemento debe cumplir, la experiencia de la espera total es como para llorar.
2.- Por la presencia. Hay colas en las que debes estar presente, porque si llegases a salir por un momento entonces quedarías desterrado al peor de los castigos, comenzar de nuevo. Hay quienes se pasan de vivos y acuden a ayudarse con elementos a los que les atribuyen el derecho a estar en la cola que cualquier ser humano tiene; hablamos de piedras, bolsos, rayones de tiza, un zapato, un animalito, o incluso, nada. Éstos últimos son desesperantes porque los que recién llegan a la cola ignoran, pues, que en el intersticio entre dos personas asombrosamente "está otra" que no está. Siendo así que en la cola es el único lugar donde la calidad de ser, estar y existir aplica a niveles incomprendidos aún por los más pensadores.
3.- Nominal o Numeral. ¡Coja el numerito!, y usted va y retira un trozo de papel con una inscripción numérica de un espiral en un caracol rojo pegado en una pared de la carnicería; este es el vivo ejemplo de la cola numérica, casi tan parecida al cola presencial, salvo que esta condición presencial tiene un efecto parecido a las moléculas en estado gaseosa, todas están pero andan libres por ahí. En tanto que la otra aplica más que todo al campo académico, militar y administrativo ( y penal, en el peor de los casos), y está ejemplificada cuando nuestro nombre (o apellido) es mencionado o sabemos que estamos prevenidos después de Cáceres Roberto (por nombrar a alguien). Lo interesante de esta cola es la cualidad personal que tiene, por tratarse de un contacto más directo con nuestra identidad, algo que es poco tocado cuando éstas listas vuelven a ser numéricas al llamarnos por nuestro número de cédula, lo que nos remite a un imaginario en donde ya no somos gente sin no artefactos construidos en serie.
Sea cual sea el propósito de la cola, su fin persigue satisfacer la necesidad colectiva en una sola jornada, en ayudarnos a plantear nuestras quejas inútiles ante desconocidos, aprovechar para revisar la cartera y ordenarla, hablar con la simpática compañera de adelante o atrás, medir el avance de la cola a través de los cuadros en el suelo y un reloj de pulsera, y entre otras cosas, compartir el carácter humano que hace de la cola, irrestrictamente, un lugar de encuentro. 
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yeiko

viernes, 19 de noviembre de 2010

Manual en Sanfelipeño de cómo se cruza la calle

Desde los principios de la historia en los caminos ha existido gente arrollada. Por ejemplo, las cavernas de Altamira, España, muestran variados pictogramas de los primeros homínidos sapientes cruzando una línea para no ser pisoteados por una manada de mamuts, y uno que otro hombre o mujer primitivos quedaban en el suelo pisoteados por los gigantescos paquidermos del pasado. Luego, durante el Imperio Romano, más de un transeúnte quedaba machucado en las primeras calzadas que la humanidad fabricara en masas, todo esto mientras la diligencia imperial pasaba a toda marcha llevando algún senador o comunicado de la época. Ya , en las cercanías de nuestros tiempos, en nuestro propio suelo patrio un médico lo bombearon delicadamente  a la cuneta, siendo la primera persona arrollada por el primer automóvil  construido industrialmente, el Ford T; lo curioso es que éste impacto fulminante  convirtió al arrollado en un mártir que cura gente aún después de muerto.
Pues de esta manera en los cementerios del mundo, todo un alud de arrollados se asinan. Las estadísticas se multiplican conjuntamente con el parque automotr y cruzar la calle se ha vuelto, hoy por hoy, un caos total; un caos que perturba la salud mental de los caminantes urbanos de las metrópilis del planeta. San Felipe no es la excepción. Sus calles son unas guillotinas pavimentadas cuyas extensiones están repletas de bólidos mecánicos hambriendos de carne peatonal. Por ello es que en ente instante abordaremos una serie de recomendaciones del acto de cruzar la calle ó Crux platea como lo decían los sacerdotes hace siglos en su enredado latín misal.
Recomendaciones*
Mirar pa’ los laos, ó del latín lateribus vide. Es importante que sí el transeúnte no sea víctima de una sorpresa desagradable, y tomando en consideración que la ordenanza del sentido en que deberían circular los automóviles no es respetada, es mejor echar el ojo para los dos lados. Además, es siempre recomendable mirar bien a ese hijo de p&%$ cuando lo arroye a uno para, en el peor de los casos, recordarlo y esperarlo en el otro mundo con un bate.
Ó del francés egarder des deux côtés de la rue. Al instante en que coloquemos la primera pesuña en el asfalta debemos ejercer la acción de otear en ambas direcciones de la avenida, calle, camino o engramadado (uno nunca sabe con las nuevas podadoras) aún cuando demos por hecho de que ésta es de un solo sentido. Se han dado casos que por estar mirando pa’ bajo viene un carro pa’ bajo también y es cuando el transeúnte en cuestión es arrollado.
Cualquier vaina te escoñeta, ó del latín quid laedantur. Cualquier cosa que se desplace con una masa y una velocidad superior a la tuya puede ocasionar un impacto de magnitudes achichonables, por lo bajito. Existen leyendas de gente llevada por delante por motos, carruchas ybicicletas (entre los objetos más comunes), pero también se sabe de carritos de helados, ruedas de atún, bultos de harina en lomo de un chino, patinetas, monopatines, comparsas de payasos, elefantes descarrilados, camellos deorientados, manada de manatíes y marchas del primero de mayo. No hay que confiarse.
Encaramarte en el capot, ó del alemán Aufstieg zum Kap. Quizás te hayas percatado que cuando los automóviles entrar en estado de incercia estática frente a un dispositivo alto y amarillo llamado por algunos “semáforo” y por otros “lalú” este está iluminando un tenue color rojo, que es aún más tenue a medio día. En este instante los automóviles se colocan sobre unas líneas paralelas una a la otra por donde se supone deberías caminar tú. No veas esto como un obstáculo sino como un reto. Algunos optan por pasar por detrás del vehículo, otros aún más osados, por delante. Yo, según mi lógica recomiendo subir al capot, caminar sobre él hasta llegar nuevamente a su término y brincar al pavimento hasta llegar al otro lado de la calle o hasta otro vehículo, donde la acción se repite hastya donde sea necesario.
La lú roja es pa’ cruzá, ó del turco kırmızı ışık geçmeye. Otras urbes despilfarran los impuestos de sus contribuyentes en otro tipo lujosísimo de semáforo llamado peatonal, y para quienes han tenido la posibilidad de salir al exterior (del estado) habrán notado estos corotos amarillos atravesados a orillas de una acera en todas las esquinas de una cuadra. Su objetivo es, además de malbaratar la plata en excentricidades colectivas, indica al peatón cuándo es su turno para cruzar la calle. En cambio esta ciudad no pierde sus valiosas arcas en estos ostentosos e inútiles aparatos mientras que cree firmemente en la lógica del sanfelipeño común, a quién el cerebro le indica cuándo cruzar: cuando no vea carro cerca o que vaya tan lento que de chance de frenar , calculando la distancia a la que está en un momento determinado y analizar físicamente el tiempo que tardará en recorres los X metros entre su avistamiento hasta el cruce peatonal en cuestión. En un principio de empleaba la lógica de la luz para los carros: si es rojo yo cruzo, sí es azul ni por el c&$%, pero esto se ha vuelto inseguro e inestable.
*valga acotar que estas recomendaciones están sujetas a las atribuciones particulares de la ciudad de San Felipe en Yaracuy, Venezuela



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yeiko