Los dedos, ahora silentes y acuciosos en su obrar, también lloran
ellos caminaron tu piel de caminos sedosos
retaron a la luz al mirar tus encantos bajo la ropa
y saben, extrañan y lamentan
En mis dedos quedaron tus poros pegados
quedaron como fotografías que mi mente no puede romper
como el papel donde escribo estas cosas
En sus puntas quedaron las vetas sagradas de tu caverna
pernocta aún el aroma de tu vientre blando y febril
entre sus pliegues minúsculos baila el insipiente sabor de tu
monte de Venus
y cada flama que prendía tu semblante de diosa de aromas
Quedaron los movimientos deliciosos,
las yemas tibias y la carnosa sensación de tus laberintos
en ellos quedó el culto por adorar tu cabello
en rasgar sobre él el tiempo
y el extinto poder de hacerte sonreír